El
accidente le había dejado una pensión de viudedad y un dolor gris y pesado. Con
todo, cada mañana arrancaba una página del calendario, aunque tras éstas sólo encontraba
nuevos días de plomo.
Una
tarde, un desconocido le lanzó un guijarro. Al recogerlo, supo que había hallado
la piedra filosofal.
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