La
petunia lila parecía un poco mustia aquella mañana. Giussepe la conocía muy
bien y sabía lo que tenía que hacer. Se aclaró la garganta y entonó un aria de Rossini.
Al terminar la primera parte, la flor alzó tímidamente su corola y le dio la
réplica. Su voz era apenas un arrullo, pero contenía la gracia de la primavera.
Luego, con el tallo ya erguido, repitió la primera estrofa, adornándola esta
vez con mil florituras.
Al
terminar la pieza, las otras flores del jardín agitaron sus pétalos al unísono y
un fragor de seda se elevó hacia el cielo.
Giussepe
observó orgulloso a su petunia En todos sus años como jardinero de la Casa de la Ópera, jamás había
presenciado ovación más atronadora.
Constricciones inciales:
Partir de una situación cotidiana y llevarla, a través de una transición, hacia lo fantástico.