Con tanto ruido, ya ni las pastillas le permitían dormir. El
único modo que encontró para acallar las voces que la acosaban fue ponerle
nombre a las cosas de Juan.
A su lado de la cama, la llamó “Invierno” y a su armario
vacío, “Abismo”.
Al retrato que le regaló, le puso “Malogrado” y a sus libros
favoritos, “Pasto de hoguera”.
Tras pasarle el cuchillo, su sillón favorito pasó a ser “Destripado”;
y para la chica que aparecía en la foto que le encontró en la cartera, sólo se
le ocurrió “Arrebatadora”.
Terminó llamándole “Silencio” a su hoja de afeitar.
Constricciones iniciales:
Extensión: 100 palabras
Menciones especiales:
Relato finalista semanal del concurso Wonderland, de RN4