El
mar que lamía su aldea se había convertido en un vaivén en su barriguita. Sobre
su cabeza, en lugar de cielo, sólo había un pequeño cuadrado. Azul significaba
día. Negro, la noche oscura.
La
vieja Mangá había soñado que un monstruo de madera, lleno de hombres pálidos,
arribaría un día a la playa y les arrebataría la libertad. Nadie la creyó y
ahora todo su pueblo yacía en la panza del monstruo.
El
cuadradito se abrió repentinamente y un jirón de aire limpió le acarició los
pulmones. Hubiera gritado de alegría si no fuera porque el hombre pálido de la
cruz bajó por la escalera. Cerró los ojos e imploró al Padre Océano que la
librara de él. Todavía recordaba el fuego que le metió entre las piernas. Y la
sangre. Y al pensar en ello, el vaivén de su barriga creció como una montaña.
El
hombre fue hacia ella, pero esta vez sólo le mojó la cabeza con agua y trazó una
cruz sobre su frente. Entonces, el mar se agitó y el hombre cayó al suelo.
Mangá se abalanzó sobre él y le golpeó la cabeza con sus propias cadenas.
Sangre por sangre.
Padre
Océano había escuchado.
Constricciones inicales:
Extensión: Doscientas palabras.
Tema/consigna: El océano.